sábado, 2 de marzo de 2013

Cita a ciegas

Todo preparado. El coqueto apartamento de treinta metros cuadrados estaba listo para el encuentro romántico. Decorado en tono violeta, cortinas de raso a juego con las pantallas de las lámparas de pie que proyectaban una tenue luz en las paredes de color perla. La mesa, en el centro de la estancia, montada para la ocasión. Vajilla moderna, plato, bajo plato y tres tipos de copa. Cena para dos con velas en el centro. Al encenderlas el suave aroma de la lavanda se mezcló con el olor del asado que reposaba en el horno. Empezarían con los aperitivos, jamón y un poco de marisco. Y para terminar, Paula había preparado un pastel de moca cubierto de chocolate y mermelada de arándanos y lo había dejado en la barra americana que separaba el salón de la estrecha cocina.

Salvo la mesa y las dos sillas no había más mobiliario que dos pufes de color negro y un par de taburetes metálicos debajo de la barra. En la cocina, lo imprescindible. Y Paula, hecha un manojo de nervios. ‹‹El miedo a lo desconocido…›› pensó, ‹‹…siempre me pasa››. Soltó una sonora risa nerviosa descargando la tensión acumulada. El timbre sonó tímidamente. Activó el hilo musical y se encaminó en dirección a la puerta. ‹‹Estos malos tragos mejor con música tranquila››. Puso el ojo en la mirilla. Alto, atlético, pelo corto, ojos claros y media sonrisa juguetona. Vestía pantalones vaqueros claros, camisa azul y americana negra. Elegante a la vez que informal. ‹‹Me gusta, aunque la rosa y el vino tinto…muy clásico ¿no? ¿Poca imaginación?››. Abrió sin más dilación pues sentía que el corazón se le aceleraba por momentos.

—Hola…Carlos, supongo.
—Hola Paula, ¡qué guapa!
—Gracias…pasa.
—He traído una…
—Jo, gracias, ¡qué detalle!
—No es nada. ¡Qué bien huele! ¿Puedo ayudar en algo?
—No gracias, está todo hecho. Siéntate que empezamos.

Apoyó la botella de vino y la rosa en la encimera y se sentó frente a Carlos. Sirvió vino blanco que tenía preparado en la cubitera y le lanzó una mirada escrutadora. Concluyó que no estaba nada mal, pero para lo que servían una vez acababa todo, la verdad que daba igual cómo estuviera. Aunque si se ponía así, también daría igual la minifalda negra y la camiseta de tirantes de generoso escote que se había plantado ella. Decidió que por lo menos disfrutaría de las vistas durante la cita y haría que Carlos disfrutase de la misma manera.

— ¿Qué tal el jamón?—inquirió sin interés, con intención de romper el hielo.
—Muy bueno… perdona…, pero es que estoy un poco nervioso la verdad… ¿sabes? Mmmm… es la primera vez que contesto a un anuncio de éstos… ya sabes… de citas y venía pensando que podría encontrarme cualquier cosa. Por fortuna has aparecido tú…—. Tosió tras la servilleta y preguntó—: ¿Para ti también es la primera vez?
—Bueno, la verdad es que no. Es la tercera vez que pongo un anuncio en busca de una cita.
— ¿No fueron bien las otras dos?
—Sí, sí… fueron de maravilla. Todo acabó como yo quería. Por eso he repetido… Anda, come un poco más de jamón Carlos, sería una pena que sobrase… y bebe todo el vino que quieras, ya ves que está muy fresquito…
— ¿Qué pasó? Quiero decir…si fueron bien, ¿por qué…?
—Las cosas duran lo que duran Carlos, no le des más vueltas…

La vena del cuello le iba a explotar. Estaba fuera de sus casillas con tanta preguntita…‹‹Joder, ¿no puede simplemente disfrutar del momento…?››. Cogió el cuchillo con fuerza y abalanzándose sobre él se lo clavó en la garganta. Cayó desplomado al suelo. Tanto trabajo con la cena y no le había durado ni diez minutos. Terminaría de cenar ella sola. La música era agradable. Y el asado… ¡cómo olía! Después dejaría todo allí. Recogería sólo sus pertenencias para no ser identificada. Siempre lo hacía así. Y dentro de un mes o dos volvería a alquilar un apartamento para una semana con su documentación falsa, pondría otra vez un anuncio y tendría otra cita. ¿Le aguantaría el siguiente al menos hasta el postre?

1 comentario:

  1. Guauuuu...me gusta que esos finales con giros inesperados y tú los bordas Eduardo.
    Un placer leerte.

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